
La sexualidad es un don de Dios para nosotros, y debe ser considerada como tal. Dios creó el sexo para dos propósitos: La unidad entre el esposo y la esposa y la Procreación.
¡Bendita sea tu propia fuente!
¡Goza con la compañera de tu juventud,
delicada y amorosa cervatilla!
¡Que nunca te falten sus caricias!
¡Que siempre te envuelva con su amor!
Proverbios 5:18-19
El amor y conocimiento son dos formas de trascendencia que van interrelacionados. Sólo conociendo al otro verdaderamente es como logramos amarlo. A medida que vamos conociéndonos, nos atrae más y el amor crece y llegando así a ser una sola carne en: Conocimiento, intimidad y el placer mutuo. “La unión” lograda a través del sexo glorifica a Dios porque supera lo físico, emocional y llega a lo espiritual.
Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella…. Genesis 1:28
El otro gran propósito que Dios en su palabra ha establecido claramente es la “Reproducción”. La descendencia es una hermosa bendición que Dios ha regalado al hombre; pero también implica responsabilidad. Instruir a esa descendencia para que con sus vidas sirvan y glorifiquen al Señor en todo tiempo.
La sexualidad es de bendición, si se fundamenta en los propósitos de Dios.