DECLARACIÓN
DE FE

A. Canon
Creemos que la Biblia es la revelación especial de Dios para el hombre y está constituida por 39 libros en el Antiguo Testamento y 27 libros en el Nuevo Testamento que han sido revelados por el Espíritu Santo y constituyen la Palabra de Dios inspirada en todas sus partes por igual, a las cuales nada debe añadirse ni quitarse en ningún tiempo.

B. Características
Creemos que la Biblia es suprema y final autoridad en cuestiones de fe y práctica. Es necesaria para conocer a Dios, su carácter y naturaleza, su voluntad, el evangelio y su plan para la humanidad. Es suficiente, en cuanto a que contiene todas las palabras que Dios quería comunicar a su pueblo en todos los tiempos. Es clara en su contenido y sus enseñanzas pueden ser comprendidas por todos, requiriendo, algunas de ellas, mayor grado de profundización por parte del creyente, para que no solo los eruditos, sino también los que no lo son, lleguen a una comprensión suficiente, entendiendo que la interpretación de la Escritura es la Escritura misma.

C. Inspiración
Creemos que la Biblia como Palabra de Dios ha sido inspirada, teniendo como autor a Dios, es enteramente sin error en su forma original, absolutamente infalible y es el producto de hombres guiados por el Espíritu Santo que, a través de sus personalidades individuales y diferentes estilos de escritura, compusieron y escribieron las Sagradas Escrituras.
2 Ti. 3:16-17; 2 P. 1:19–21; Ap. 22:18-19; Dt. 4:2; Mt. 24:35; He. 4:12; Mt. 5:18; Jn. 17:17;1 Ts.2:13.

A. Ser Dios
Creemos que hay un solo y verdadero Dios existente eternamente en tres personas distintas, poseedoras de todos los atributos de personalidad y naturaleza divina: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Son coeternos, coexistentes y cocreadores, iguales en perfección, cumpliendo oficios distintos, pero armoniosos en la gran obra de la redención. Como único Dios existe y es suficiente por sí mismo, ha dado origen y existencia a todo y todas las cosas existen y subsisten por Él y para Su gloria.
Dt. 6:4; 1 Co. 8:4,6; Ap. 4:8; Hch. 5:3-4; Gn. 1:26; Mateo 3:16,17 y 28:19; 2 Co. 13:14.; Jn. 15:26; Gá. 4:6.

B. Atributos
Creemos que Dios en su naturaleza es espíritu, eterno, inmutable, inmenso, incomprensible, todopoderoso, omnipresente, trascendente e inmanente, omnisciente, santo, supremo y fuente de toda autoridad, Soberano. En Su carácter moral es amor, misericordioso, paciente, bueno, veraz, justo y fiel, lleno de gracia y compasión hacia la humanidad. Dios es digno de recibir todo culto, adoración, servicio y obediencia de parte de su creación.
1 Ti. 6:15; Ro. 9:5; Hch. 17:24-25; Job 22:23-26; Gn.35:11; Ro.11:36; Ap. 4:11; He. 4:13; Hch. 15:18; Sal. 145:17; Ap. 5:12-14; Ef. 2:4.

C. Obra de Dios Padre
Creemos que Dios como Padre manifestó su amor eterno y reveló su propósito para toda la humanidad y decidió que el Señor Jesús, su Unigénito Hijo, fuera el Mediador entre Dios y el ser humano.
Como Padre provee, protege y corrige a sus hijos, su paternidad da identidad y sentido de pertenencia a la familia de Dios.
Jn. 3:16; Ap. 4:9-11; Jn. 1.12; Gá. 4:4-5; Ro. 8:15; Sal. 103:13; Mt. 6:32; Ef. 1:5; Ef. 4:13; Ro. 8:29.

D. Ser Hijo
Creemos que el Hijo de Dios, Jesucristo, la segunda persona de la Trinidad es verdadero y eterno Dios, igual y de una sustancia con el Padre. Cristo fue revelado y señalado como la simiente de la mujer que heriría a la serpiente en la cabeza, y como el Cordero que sería inmolado desde el principio del mundo. Fue concebido por el poder del Espíritu Santo en el vientre de una virgen llamada María. Así que, dos naturalezas completas, perfectas y distintas, la divina y humana, se unieron en una persona, con las debilidades humanas, pero sin pecado. Fue ungido y santificado con el Espíritu Santo a fin de que, siendo inocente y lleno de gracia y verdad, fuese apto para desempeñar el oficio de único mediador y abogado dado por el Padre, quien puso en sus manos todo juicio y poder.
Jn. 1:1,14; Fil. 2:6; Gá. 4:4; He. 2:14-17,4:15; Lc. 1:35; Col. 2:9; Ro.9:5; 1 Ti. 3:16; Ro.1:3-4; 1 P. 3:18; He.1:8-9; Jn. 3:34-35; Hch. 10:38; He. 7:22,12:24; Gn. 3:15.

E. Obra del Hijo
Creemos que Jesucristo, Dios Hijo se encarnó asumiendo sobre sí la forma humana para salvar y dar a conocer al Padre a la humanidad. Por su perfecta obediencia, desempeñó el oficio de mediador, cumplió la ley perfectamente, sobre sí cayó la ira de Dios, cargó con el castigo por el pecado de la humanidad y satisfizo la justicia divina, fue crucificado, murió, fue sepultado y permaneció bajo el poder de la muerte, aun cuando no vio corrupción. Intercede por nosotros, nos reconcilió con el Padre, prometió al Consolador y en su muerte hizo completa y vicaria propiciación por los pecados de la humanidad, no muriendo como mártir, sino como substituto voluntario del pecador. Al tercer día se levantó de entre los muertos con un cuerpo glorificado con el cual también ascendió al cielo y allí está sentado a la diestra del Padre y vendrá por segunda vez para establecer su reino y juzgar al mundo.
Creemos que Jesucristo actuó como profeta, sacerdote, rey y mediador; es salvador y cabeza de la Iglesia; el heredero de todas las cosas y juez de todo el mundo.
Col. 2:13-15; Is. 42:1; 1 P. 1:19-20; Jn. 3:16; 1 Ti. 2:5-6; Hch. 3:22; He. 5:5-6; Sal. 2:6-7; Lc. 1:33; Ef. 5:23; He. 1:2; Jn. 17:6; Sal. 22; Is. 53:4-10, 55:4-5; 1 Co. 1:30.
He.10:5,10; Fil. 2:8; Jn. 10:18; Mt. 3:15,5:17; Mt. 26:27,37-38,27:46; Hch. 2:23-24,27; 1 Co. 15:3,4. Jn. 20:25,27; Mr.16:19; Ro. 8:33-34; He. 9:24; Ro.14:9-10; Hch 1:11,10:42; Jud. 6; Jn. 10:28.
Ro.3:25,26,5:19; He.9:12-16; Ef.1:7-11,5:2; Jn.17:1-2; Dn. 9:24,26; Col. 1:19,20.

F. Ser Espíritu
Creemos que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad que procede del Padre y del Hijo, ha venido al mundo para revelar, glorificar a Cristo y aplicar la obra salvadora.
Jn. 14:16-17, 15:26; Jn. 16:8-11

G. Obra del Espíritu
Creemos que el Espíritu Santo es el único agente eficiente en la aplicación de la Salvación para la humanidad. Convence a los hombres de pecado, de justicia y de juicio, los atrae hacia Cristo, les imparte nueva vida, mora permanentemente en ellos desde el momento de la regeneración como Consolador y Santificador y los sella para el día de la redención. El creyente se apropia de su poder, control y plenitud mediante la fe. Dios llama en su Palabra a los cristianos a vivir en el poder del Espíritu Santo, para que no satisfagan los deseos de la carne, sino para que lleven fruto para la gloria de Dios.
Ez. 36:26-27; Ef. 1:13-14; Jn. 3:5-7, 16:7-15; Hch. 1:8; 1Co. 3:16; 2Ts. 2:13; Gá. 5:16-18, 22-23.
Creemos que el Espíritu Santo glorifica al Hijo y Su obra, intercede por todos los redimidos por Cristo, guía a toda verdad, ilumina la Palabra de Dios, confirma su posición como hijos ante el Padre, dirige hacia una vida santa, convence sus corazones a creer, a obedecer y concede dones repartiéndolos a cada uno como Él quiere.
Ro. 8; Hch. 20:22-23; 1Co. 12:1-11.

A. ¿Por quién fue creado y cómo?
Creemos que el ser humano fue creado por Dios, hombre y mujer, a su imagen y semejanza, libre de pecado y con responsabilidad moral ante su Creador. El ser humano fue creado como un ser integral en sus tres áreas fundamentales espíritu, alma y cuerpo, actúan y se afectan mutuamente, por lo que, no se debe reducir o menospreciar ninguna de las áreas.
Gn. 1:27, 2:7, 15–25, 5:1-2; 1 Ts. 5:23; He. 4:12; 1 Co. 2:14-16, 6:19; Ro. 8:10-11.

B. ¿Para qué fue creado?
Creemos que el propósito de Dios en la creación del ser humano fue que glorificara a Su creador, disfrutara de la comunión con Él, viviera la vida en Su voluntad.
Is. 43:7; Col. 1:16.

C. Su condición actual
Creemos que Adán pecó al desobedecer la voluntad de Dios, perdió su inocencia, incurrió en la pena de muerte espiritual y física, se volvió sujeto a la ira de Dios e inherentemente corrupto y heredó esta naturaleza pecaminosa a todos los seres humanos, siendo Jesucristo la única excepción. La naturaleza pecaminosa afectó al ser humano, en su totalidad y se volvió incapaz de hacer lo que es aceptable a Dios por su naturaleza caída, por decisión personal y por declaración divina, sin esperanza alguna de salvación.

La salvación es en su totalidad la obra de la gracia de Dios por medio de la obra redentora de Jesucristo, por tanto, fuera de la gracia divina, el ser humano está en un estado de muerte y de rebelión contra Dios, pero se vivifica cuando cree en Jesucristo y mediante el proceso de santificación se asemeja a Cristo, incluyendo cada área de su ser.
Gn. 2:16-17; Gn. 3; Jn. 3:36; Ef. 2:1-3; 1Ti. 2:13-14; 1 Jn. 1:8; Sal. 14:1- 3; Jer. 17:9; Ro. 3:9-18, 23, 5:10-12, 6:23; Tit.2:13-14.

Debido a la incapacidad total de ejecutar cualquier acto de justicia divina, el hombre necesita la acción del Espíritu Santo para regeneración y renovación. La salvación del hombre es obra de Dios solamente; de Su gracia; no puede obtenerse por esfuerzo o bondad humana, ni por ceremonia religiosa alguna.
El verdadero creyente tiene el privilegio de estar seguro de su Salvación, desde el momento mismo en que confía en Cristo como su Señor y Salvador y es regenerado por el Espíritu Santo. Esta seguridad no está basada en ninguna clase de méritos humanos, sino que es producida por el testimonio del Espíritu Santo, quien confirma en el creyente el testimonio de Dios contenido en Su Palabra escrita.
Ef. 1:13-14, 2:8-9; Jn. 3:3; Heb 2:3; 1 Pe 1:2.

Creemos que Jesucristo es la cabeza de la iglesia, la que recibe también el nombre de cuerpo de Cristo o iglesia universal. Está conformada por todos aquellos vivos o fallecidos, que han creído en Cristo y van siendo adheridos a la iglesia por el Espíritu Santo.

La iglesia local es integrada por creyentes, unidos por su fe y comunión en el evangelio, practicando las ordenanzas dadas por Cristo, ejerciendo los dones y funciones ministeriales investidos en ellos por su Palabra.
1 Co. 12:12-14; Ef. 1:22-23, 4:11-12, 15; Col. 1:18

Creemos que la Biblia exhorta a los cristianos a reunirse regularmente para adoración, para participar de las ordenanzas (Bautismo y Cena), para edificarse por medio de la Palabra de Dios y para animarse mutuamente.
He. 10: 24-25.

Creemos que el bautismo en agua y la cena del Señor son ordenanzas instituidas por Jesucristo, como cabeza de la Iglesia, para que continúen como símbolos de pertenencia y unidad de los creyentes.
Mt. 28:19-20; 1 Co. 11:23-34; Ro. 6:3-5; 1 Co. 1:13-17; Gá. 3:27; Ef. 4:5; Col. 2:12; 1 P. 3:21; Lc. 22:14-20.

Creemos que el bautismo debe realizarse por inmersión en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Con esta ordenanza el bautizado da testimonio público de su fe en Cristo y que ha nacido de nuevo al identificarse con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, reconociendo su redención, y reconoce su entrega a Dios por medio de Jesucristo para vivir y andar en una vida nueva.
Hch. 2:38, 41-42, 22:16

Creemos que la Cena del Señor fue instituida por Jesús como conmemoración del sacrificio hecho en la cruz una sola vez y para siempre. Debe practicarse de manera continua hasta que Él venga nuevamente. Es un acto comunitario de identificación con Cristo, de compañerismo con los hermanos, y de alimento y refrigerio espiritual. Los requisitos para recibir la Cena del Señor son: haber aceptado a Cristo como Señor y Salvador, hacer el autoexamen antes de participar. Los elementos externos de la Cena del Señor, que no cambian en sustancia y naturaleza son: pan, como representación del cuerpo quebrantado de Cristo y el vino (jugo de la vid) como representación de la sangre derramada por nuestro Señor.
Mt. 26:26-29; Mr. 14:22-25; Hch. 20:7.

Creemos que hasta el regreso de Cristo es deber y privilegio del cristiano proclamar el Evangelio de Jesucristo a todo el mundo, evangelizando y discipulado hombres y mujeres de cada nación de acuerdo con la Gran Comisión dada por Jesucristo mismo.
Mt. 28:18-20; Mr. 16:15-16; Jn. 17:18, 20:20-23; 2 Ti. 2:2; Mt. 24.14.

Creemos que todos los creyentes deben comprometerse con Dios en el sostenimiento de su obra, a través de sus oraciones, dones, esfuerzo personal, diezmos, primicias y ofrendas para la extensión del reino de Dios por toda la tierra.
1Co. 9:1-14; 2 Co. 1:11; Ef. 6:18-19; He. 13:16; Gá. 6:6; 2 Co. 9:7; Col. 3:23-24.

Creemos que, cuando sea dada la orden, con la voz del arcángel y el resonar de la trompeta de Dios, el Señor mismo descenderá del cielo, los que aun vivan serán transformados y los muertos en Cristo resucitarán primero. Entonces los que estén vivos serán arrebatados con ellos en las nubes, para encontrarse con el Señor en el aire. Y así estaremos con el Señor para siempre.
1 Co. 15: 51-53; 1 Ts. 4:16-17, Mr. 13:32.

Creemos en la Segunda Venida del Señor Jesús para dar inicio al reino milenial.
Zc 14:4.

Creemos que, al momento de la muerte física, el creyente es hecho perfecto en santidad y recibido en el cielo donde contemplan el rostro de Dios en luz y gloria, de una manera eterna, consciente e ininterrumpida y aguarda la resurrección de su cuerpo para bendición y gloria eterna, serán resucitados para honra y serán hechos semejantes al cuerpo glorioso de Cristo.

El no cristiano entra inmediatamente a una eterna y consciente separación del Señor, van a prisión de oscuridad, aguardando la resurrección por el poder de Cristo para deshonra y después el juicio para condenación eterna. Estos son los dos únicos lugares preparados para el destino del creyente y no creyente al morir físicamente.
Ec. 12:7.Mt. 1:1-13; Lc. 9.30-31; Lc. 16:19-31; Hch. 24:15; 2 Co. 5:1, 6-8; Fil. 3:21. Ap. 6:9-10.

Entendiendo la Teoterapia como el tratamiento de Dios para el hombre en sus tres dimensiones: espíritu, alma y cuerpo.

Hacemos uso de la Teoterapia como una herramienta útil para aplicar, de una manera sencilla y práctica, el mensaje de Jesucristo a todo tipo de personas sin distinción de raza, ni de cultura.

Adoptamos y vivimos la Teoterapia como un estilo de hacer ministerio, desarrollando una forma de vida que está enmarcado en la familiaridad, transparencia, honestidad y libertad de espíritu, desprovista de todo legalismo y formalismos religiosos.

Ha sido, es y será nuestra identidad y carta de presentación como iglesia gran comisionista que Dios nos entregó y nos enseñó.